lunes, 15 de junio de 2009

Peter Camenzind I (Hermann Hesse)

"La vista de los árboles, en cambio, causaba una impresión mucho más honda y grave en mi ánimo. Mis ojos trataban de escrutar la vida en cada uno de ellos, la forma peculiar de su copa y de su tronco y también la propia manera de proyectar su sombra. Parecíanme ermitaños y guerreros, emparentados de cerca con las montañas e identificados con ellas, pues todos y especialmente los que crecían en las alturas, tenían también su propia lucha por la existencia; pugna constante con el viento, el tiempo y las rocas. Cada cual llevaba su cruz y por eso tenía sus propias conformaciones y sus heridas especiales. Había pinos a los que las tempestades habían respetado tan sólo las ramas de un lado, y otros que crecían retorcidos como serpientes en torno a las rocas desprendidas de las cumbres, de tal modo que ambos se confundían sosteniéndose mutuamente y semejando un solo cuerpo. Esos aparecían a mis ojos como los más belicosos de todos los guerreros y en tal condición despertaban en mí respeto y temor al mismo tiempo."

"Hasta entonces no había tenido ni una sola noción de la "hermosa literatura", pero a Heine siguieron Goethe y Shakespeare y súbitamente se transformaron las letras en divinidades capaces de regir mi completa existencia."

"Poco a poco se fue infiltrando en mi ánimo la convicción de que yo era tan sólo un espectador y que el mundo que tenía a mis pies estaba aguardando a que yo le descubriera una parte de sus tesoros, a que levantara el velo de lo fortuito y de lo común y que salvara y eternizara lo descubierto con el vigor de mi poesía."

"En los más, hallé toda la energía del pensamiento y la pasión dirigidos a las condiciones y organización de la sociedad, del Estado, de las ciencias, de las artes y de los métodos de enseñanza, y en los menos me pareció ver el conocimiento de la necesidad de dedicarse a sí mismos, sin dejarse llevar por un provecho exterior y de aclarar su personal razón frente a otras preocupaciones de carácter menos urgente. En mi mismo sentí latir también esa misma ansia, aun medio oculta y adormilada en mi interior."

"De nuevo tuve la convicción de que yo no estaba hecho para la vida hogareña y reposada entre los hombres, en el seno de las ciudades y de las casas, sino para la libre existencia en las montañas o el continuo navegar por el mar y el obscuro impulso volvió a surgir en mí, el viejo y melancólico anhelo de echarme en el pecho de Dios, y hermana mi minúscula vida con lo infinito y perenne."

"Ya en Zurich había escrito algunas sátiras sobre la forma de nuestra existencia actual, pero en Florencia me di cuenta por vez primera de toda la risible ridiculez de nuestra moderna cultura. Y también allí me acometió la sospecha de que acaso mi sino fuera ser durante toda mi vida un extraño para aquella sociedad a la que pertenecía."

"Pues a mi entender, el arte de todos los tiempos se ha esforzado en dar un lenguaje y una expresión al mundo anhelo de lo divino que late en el alma de los humanos."

"Dos inclinaciones poderosas luchaban en mí contra el puro amor a la Naturaleza y le impedían conducirme hasta el conocimiento verdadero de la vida. Era bebedor y detestaba a los hombres."

"No me alegraba la compañía de mis semejantes, vivía en la soledad de un eremita y estaba siempre dispuesto a arremeter contra las cosas humanas con las armas del sarcasmo y el menosprecio."

"Siempre tuve ojos para todo lo grotesco y lo irónico de la vida y siempre arruiné la alegría con el sarcasmo, pero a partir de aquel instante fui volviendo poco a poco la mirada hacia el humor de la existencia y me pareció mucho más posible y más sencillo reconciliarme con mis estrellas y alcanzar aún algunos apetitosos bocados del festín de la vida".

"Quería recordarles que tanto los cantos de los poetas como los sueños de nuestras noches, tanto los torrentes, los ríos y los mares, como las nubes y las tempestades, son símbolos y portadores de nuestros anhelos de inmortalidad. El más íntimo meollo de cada ser, de cada alma, es esa seguridad de ser inmortales que llevamos en nosotros. Sabemos que lo bueno, lo sano, lo luminoso, nos habla de Dios y la inmortalidad, mientras que lo malo, lo enfermo y lo horroroso, sólo acierta a expresarse y creer en la idea de la muerte."

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