viernes, 14 de noviembre de 2008

De pronto estamos otra vez en este punto. Todo un año a girado sobre si misma la rueda del eterno retorno, y sin embargo aun siendo yo, me es imposible decir que soy el mismo. ¿Qué es lo que ha cambiado?

Toda la energía que centrífugamente coinciden hacia mi quizá no procure ser más que la tensión necesaria para lanzarme hacia regiones intemporales. Siempre con una sonrisa, claro está.

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Volverse loco no es el perder toda firmeza, sino el comprender la relatividad de lo incompleto, su constante fluidez y siempre teniendo el tino de no ver más que el equilibrio, lo perfecto y lo absoluto, que en última instancia es el centro y marco de todas las cosas.

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Si me preguntasen que es lo que busca un hombre en una mujer, yo no podría no decir "simplicidad".

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-: ¿Dónde estarán las piernas que pueden seguir el ritmo de marcha de un Arcángel?

-: No son piernas lo que buscás, sino alas, alas magníficas y superiores. Enormes y hermosas.

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El grado de excelencia en la crueldad, es aquel en el cual en que aun siéndolo, nadie podría tacharlo de injusto, o incluso de cruel. Es el ideal el alcanzar el punto justo, en el cual sin renunciar a su existencia, tampoco la sobrepasa innecesariamente.

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No necesito nada, excepto lo que yo soy. Pero aquello que es mi individualidad no tiene límites precisos e incluso se encuentra en un constante movimiento. El límite que separa el mundo de mi es difuso, cambiante y por sobre todas las cosas arbitrario. Sólo me necesito a mi mismo, claro. Pero sólo un si-mismo completo y total resultaría útil en el momento en que uno se dispone a saltar más allá de la existencia. Un si-mismo completo no es otra cosa que Dios, o quizás simplemente el reflejo de su sonrisa. Es necesario abarcar al mundo todo, pero no trasnformar el yo individual en el mundo, sino por el contrario, procurar que lo que hay de presonal en uno logre expandirse y abarcar el Absoluto. Conseguir que el yo encuentre el punto justo en donde todas las otras lineas convergan, aquel punto que es donde descansa el peso de todo el universo.

Trasncender besándote los labios.

viernes, 7 de noviembre de 2008

El señor me poseyó al comienzo de sus caminos, antes de hacer cosa alguna, desde el principio. Fui establecida desde la eternidad, y desde los tiempos antiguos, antes de que fuese creada la tierra. No existían todavía los abismos, y ya había sido concebida; no habían brotado todavía las fuentes de las aguas; no se habían alzado todavía las montañas con su pesada masa; vi la luz antes que las colinas. Aún no había hecho el Señor la tierra, ni las flores, ni las bases del universo. Cuando estaba preparando los cielos, allí estaba yo; cuando ponía en torno a los abismos sus límites con ley inviolable, cuando asentaba el aire en las regiones superiores y equilibraba las fuentes de las aguas; cuando ponía en torno al mar los límites e imponía una ley a las aguas, para que no atravesaran sus límites, cuando ponía los cimientos de la tierra, yo estaba con Él, regulando todas las cosas, y yo estaba cada día en las delicias, jugando sin cesar ante él, jugando sobre el orbe de la tierra... (Prov. 8, 22-23)
"Benditos seáis , hijos de Europa,
porque disteis vuestra sangre
en la lucha mas justa y heroica
de todos los tiempos"


Las Divisiones del frente del Este eran bizarras, dispuestas al sacrificio y a la inmolación. Por eso en el orden de combate su corazón era un redoble de tambor y su bravura estaba cincelada en la divisa de su honor.

Portaban en su uniforme la hebilla de la máxima confianza:
"Dios con nosotros". En sus pechos el águila con las alas extendidas desplegando toda su envergadura.

Gentes alegres, cantarinas, bajo los cascos de acero, con sus botas claveteadas dispuestas a caminar entre campos resecos y cuarteados o cenagales de barro y lama intransitables.

En aquel frente infinito se fraguo la amistad y camaradería de todos los pueblos de Europa, no sólo por el escenario del campo de batalla y la sangre vertida y derramada en aquella lid a vida o muerte, sino porque se erigieron aquellos jóvenes rebeldes en cruzados de la causa, en mártires del ideal, en héroes invictos: o la muerte o la victoria.