domingo, 22 de mayo de 2011

II


Porque vos me tendiste la mano cuando yo era un perro encolerizado, y poseído por el odio. Porque vos me sonreíste cuando yo nacía ensagrentado desde la soledad más absoluta, y porque yo emulando la estupidez infinita del hombre mancillé aquella comprensión que me hizo sentir un niño con ansias de ser un hombre capaz de abrazar y fecundar la trascendencia. No quiero que me recuerdes. Ni que me odies. Ni que me quieras. Sólo quiero verte fluir, y ser, y amar. Quizás simplemente quiera decirte gracias, y no sé como. Porque siempre fui un tonto. Un tonto que lo único que quería era decir gracias, amar, y sonreír. Porque todo lo demás no tiene sentido. Ni siquiera todas estas palabras. Que son un intento de intención inalcanzable.

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