Altivo ése que pasa, miradlo al hombre mío.
En sus manos se advierten orígenes preclaros.
No le miréis la boca porque podéis quemaros,
no le miréis los ojos, pues moriréis de frío.
Cuando va por los llanos tiembla el cauce del río,
las sombras de los bosques se convierten en claros,
y al cruzarlos, soberbio, jugueteando a disparos,
las fieras se acurrucan bajo su aire sombrío.
Ama a muchas mujeres, no domina su suerte,
en una primavera lo alcanzará la muerte
coronado de pámpanos, entre vinos y fruta.
Mas mi mano de amiga, que destrona sus galas,
donde aceros tenía le mueve un brote de alas
y llora como el niño que ha extraviado la ruta.
Alfonsina Storni
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