¿Es qué acaso hermanos míos, aun dudan de que la Muerte es el sentido último de este mundo? ¿No se han vuelto aun lo suficientemente fuertes como para poder apreciar que es esta quién con su trémula luz alumbra, anima e ilumina todo?
No hay vida sin muerte, y si la hubiese, no sería más que una vida coja, sin rumbo y sin Norte. No caigan más en ese absurdo sentimentalismo que ya huele a rancio ¿Qué es todo eso que llaman sentimientos, felicidad y bienestar, sino otra cosa que un cadáver que ya ha estado demasiado tiempo expuesto en la plaza del pueblo? No teman al peligro, porque solo quien a él se encomienda logra encontrar los senderos que llevan hacia las regiones donde el Sol brilla más fuerte y el aire es más puro.
¡Que vivan todos esos hedonistas si quieren! ¡Que se agoten en si mismos! Pero ustedes, hermanos míos, quiebren las cadenas que los atan a sus límites, y que lo que de ellas quede sea un azote para el mundo mismo.
Se acerca, lenta pero inexorablemente, la hora en que todos nosotros hemos de danzar con la Muerte. El ocaso de este mundo, ¿Es acaso novedad para alguien?
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